Y seguimos sembrando jíjiras: una esperanza con filo

En el pasado, la jíjira (Leptocereus wrightii) fue común en Cojímar y en El Vedado habanero. Luego se pensó Extinta, al ser desplazada por la ganadería y la urbanización. Hoy es el único cactus cubano que podría reclamar ser nombrado “El Habanero”.

 

Fecha: 19/07/2019

 

Proyecto: Conservación de especies amenazadas de zonas áridas de Cuba.

 

La especie más amenazada de los cactus cubanos. El terror de los ganaderos de antaño porque sus espinas hincaban a los animales… Cuando empezamos este proyecto en 2016, parecía que quedaban solo 2 jíjiras (Leptocereus wrightii) en toda Cuba. Pero ellas ya estaban aquí antes que esos animales y esos ganaderos. Y su espinosa presencia no reclamó primacía alguna cuando llegaron la urbanización y las industrias.

 

A principios del siglo XX la jíjira o pitahaya se podía encontrar entre La Habana y la playa de Marianao, incluso en la barriada de El Vedado. Ya en 1940 solo se reporta en la manigua costera de Cojímar (al este de la capital), y a mediados de los ochenta se dio por Extinta.

Leptocereus wrightii se multiplica para regresar a su verdadera casa

Pero hace ocho años nuestro equipo encontró un individuo en Santa Cruz del Norte (provincia de Mayabeque), a través de un colaborador ubicamos otro en Boca de Jaruco, y más recientemente localizamos 16 individuos más. Hoy, a partir de semillas de todos ellos, Leptocereus wrightii se multiplica en nuestros propios patios, donde cientos de plántulas esperan el día de regresar a su verdadera casa. Esta es la crónica de dos viajes de vuelta.

Desde mi patio hasta Cojímar

Tras casi dos años, llegó el día de partir para 113 posturas de jíjira que vi crecer milímetro a milímetro. La tarde y noche del día previo a la expedición fueron muy lluviosos, y pensamos por el pronóstico que lo más lógico sería suspender el viaje. Sin embargo, no lo hicimos y el tiempo fue de maravilla. Además, esta lluvia hizo que el suelo, al estar húmedo, facilitara la apertura de los hoyos para la siembra.

Duniel y Jose Ángel en el vivero de Jíjiras

El abra del río Cojímar, que da nombre a un pueblo famoso por frecuentarlo el escritor Ernest Hemingway durante sus años en Cuba, es un sitio de gran belleza a pocos kilómetros de la capital. En las laderas conviven especies invasoras exóticas y plantas nativas. Actividades humanas como la tala y el vertimiento de desechos agreden este hábitat que demanda una pronta recuperación.

Durante la siembra pudimos observar algunas especies nativas que Ramiro Chaves, nuestro guía cojimero, había introducido en el área hace 4 años, incluidas una docena de Leptocereus wrightii de los cuales 6 aún permanecían vivos. Yo le había donado estos individuos a partir de ramas de jíjiras adultas de Mayabeque. Sin embargo son clones, por lo que genéticamente solo son 2 individuos, mientras que los que nosotros introducimos esta vez, son producidos por vía sexual, constituyen individuos diferentes.

El mayor inconveniente durante la siembra fue la presencia de una enredadera nativa conocida como hortiguilla, que se encontraba en su máximo esplendor y nos asedió con sus pelos urticantes en brazos, cara, cuello y orejas. Pero logramos sembrar todos los individuos que llevamos, algunos en lugares riesgosos por lo alto de la pendiente.

La lluvia hizo que el suelo, al estar húmedo, facilitara la siembra

Como hijos que vuelven al padre

Dos manchas de vegetación nativa «milagrosamente» bien conservadas fueron el área de la otra siembra. Cercados por especies invasoras que tristemente se han vuelto más familiares, estos relictos ocupan el lado norte de la muy transitada carretera que conecta las ciudades de La Habana y Matanzas.

«Después de muchos años de desvelos para salvar al cactus más amenazado de Cuba, el momento de la reintroducción de estas pequeñas plántulas hace retornar la fe en un futuro mejor para esta especie exclusiva de Cuba. A pesar de las duras condiciones y lo largo del camino, la sensación de triunfo nos invade».

Duniel Barrios

Jefe del proyecto de zonas áridas – Planta!

Investigador, Jardín Botánico Nacional, Universidad de La Habana

Bajo nuestras botas, el duro diente de perro lleno de oquedades que salvó del pastoreo a este pedazo de suelo que llega hasta el mar. En medio de un paisaje tan degradado, un sitio como este, con una alta diversidad de especies nativas y endémicas (incluidos el hicaquillo y el aguacate cimarrón), es capaz de transportarnos en el tiempo hacia lo que fue originalmente la costa norte occidental.

Aquí sobrevive uno de los pocos ejemplares adultos de Leptocereus wrightii que en 2017 hicieron renacer la esperanza de que esta especie única se salvara. Ahora, 145 semillas convertidas en pequeñas plantas llegan para acompañarlo. Porque una jíjira sola es como una isla sin fe.

Tras casi dos años de estancia en vivero, 113 posturas de jíjira vuelven a la naturaleza

El proceso de reintroducción es duro pero abre una esperanza para esta especie exclusiva de Cuba

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