Andando por los caminos de la conservación activa
por Edgardo Díaz
Sobre los cenotes de la Ciénaga de Zapata, su primer viaje en barco y muchas experiencias de conservación de plantas, nos narra Edgardo en esta exploración por Cuba.
Miconia baracoana es una especie exclusiva de la flora cubana, vista por última vez hace más de 35 años. Pero en un recóndito paraje de nuestra isla, Piedra La Vela, aun lo fantástico es posible…
Fecha: 02/08/2019
Proyecto: Melastomatáceas perdidas de la flora de Cuba.
Nadie repara en una especie única de nuestra flora desde hace más de 35 años. Desde esa fecha los botánicos perdimos su rastro, y para una melastomatácea tan poco llamativa como Miconia baracoana no hay amante más noble y atento que un botánico. Hoy se desconoce el estado de sus poblaciones, así que dar con ella fue nuestra primera misión al visitar Piedra La Vela, en el norte oriental de Cuba.
Piedra La Vela es un departamento del Parque Nacional «Alejandro de Humboldt», a casi 800 metros sobre el nivel del mar. Para subir debimos recorrer 10 kilómetros a pie, mientras los mulos llevaban nuestra carga. Por el camino cayó un fuerte aguacero como hacía meses no pasaba en la zona. Lo interesante fue que al llegar a nuestro destino, los únicos mojados éramos nosotros, pues allí solo habían caído algunas gotas que apenas mojaron el suelo.
Durante tres días exploramos localidades con diferentes tipos de vegetación: pinares, matorrales sobre serpentina y bosques lluviosos. Mi compañero de empeño esta vez es Wilder Carmenate, Director del CISAT de Holguín y estudioso de las melastomatáceas como yo. Nos acompañaron el técnico Roelkis y sus guardaparques Yannia, Roelvis y Ariolvis, todos con nombres muy inusuales, que hacen casi un trabalenguas nombrar a todo el equipo.
Pero en un sitio como este lo fantástico es real. Y buscando a Miconia baracoana por los arroyos que están cerca de la estación, encontramos una población de otra posible nueva especie de Melastomataceae. De ella, yo había visto en el Herbario del Jardín Botánico Nacional un material herborizado hace más de 30 años. Me había parecido rara, pero no tenía flores ni frutos, lo que dificulta poder diferenciarla de otras. ¡Y de repente aparece en Piedra La Vela con flores y frutos!
La nueva Miconia, aún sin nombre, tiene un tamaño de menos de un metro de alto y habita las orillas de arroyos, lugares muy húmedos y sombreados. Tiene ramitas jóvenes muy pelosas y hojas de un verde brillante, suaves al tacto. Sus flores son pequeñísimas, pero luce unos frutos carnosos bastante llamativos, de color azul cielo. Ya hemos iniciado el estudio para corroborar la novedad. ¡Con esta sumarían tres nuevas especies de melastomatáceas descubiertas gracias a nuestro proyecto!
Tras mucho buscar encontramos al fin una población de Miconia baracoana en el sendero ecoturístico La Torre. Las hojas tersas, pequeñas y engrosadas por la toxicidad del suelo hacen inconfundible a esta especie. Ocupaba un área muy reducida, y no volvimos a verla en ninguno de los recorridos que hicimos hacia otras localidades con el mismo tipo de vegetación.
En esta visita a Piedra La Vela quise dejar un presente que saldara la deuda por todo lo que he aprendido allí desde 1993. Me di cuenta de que en los exteriores de las instalaciones había canteros con plantas exóticas típicas en los jardines cubanos. ¿Por qué entonces no traer algunas de las plantas nativas, incluso endémicas, que les enseñábamos a los guardaparques en los recorridos? Ellas además podrían facilitar su labor de educación ambiental con los visitantes.
El día antes de irnos, después de herborizar y prensar las muestras, dejamos la «semilla» de lo que pudiera ser el jardín de especies nativas de Piedra La Vela. Aprovechando la cercanía de helechos arborescentes, plantamos cinco de ellos en la entrada. Todos colaboraron, y el entusiasmo fue tal que ya estaban planificando traer al nuevo jardín otras especies nativas con flores.
Tal vez Miconia baracoana no llegue nunca a este jardín, pero no será por extinta. Hay plantas que solo los botánicos perseverantes podemos amar como merecen. Por eso nuestro mejor destino es hallarlas.
por Edgardo Díaz
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