
Andando por los caminos de la conservación activa
por Edgardo Díaz
Sobre los cenotes de la Ciénaga de Zapata, su primer viaje en barco y muchas experiencias de conservación de plantas, nos narra Edgardo en esta exploración por Cuba.
Como cada año en la temporada invernal, un equipo de Planta! sube a dos elevaciones del occidente cubano a recolectar semillas de roble real. Un tesoro a veces esquivo, pero siempre estimulante.
Fecha: 21/08/2020
Proyecto: Evaluación del estado de conservación y planificación de la recuperación de Ekmanianthe longiflora (Roble Real).
500 bolsas de tierra están listas en el vivero esperando por nosotros. Vamos tras las semillas de ese árbol casi extinto que han buscado cientos de cubanos por toda la isla: Ekmanianthe longiflora. Una vez al año el calendario nos dice que hay que volver al Pan de Matanzas y al Palenque, bellísimas lomas de piedra en donde vive la mayor población de robles reales de Cuba. Es el momento en que los frutos han madurado y están a punto de abrirse y expulsar las semillas. Un poco después puede ser demasiado tarde. De eso va también esta historia.
Andar por estas lomas es un acto temerario. Al menor descuido la gravedad te sorprende y tu cuerpo debe hacer contrapeso o caerá. No puedes confiar en la hojarasca que te invita a poner el pie como si fuese tierra (a veces esconde un abismo), ni en la piedra más dura (puede estar suelta), ni en el tronco más firme (puede ser guao, palo bronco ―plantas urticantes― o el espinoso Leptocereus scopulophilus, emblemático de estas elevaciones).
Al llegar a cada roble localizamos los frutos entre el follaje, a veces con el zoom de la cámara pues a la distancia pueden confundirse con hojas o ramas. Llegamos a ellos con una vara a la que se acopla una tijera. Aunque la vara es larga, casi siempre es necesario trepar a una rama y operarla desde ahí. Los frutos se cortan por la base y caen. Ya abajo se procede a abrirlos y extraer las semillas. El éxito depende de que estén cerrados, porque cuando abren en lo alto el viento dispersa las semillas y es virtualmente imposible encontrarlas, más en un terreno como este.
En nuestra visita del año pasado encontramos frutos cerrados pero también abiertos. Esta vez fuimos una semana antes, con la idea de que sería más probable encontrarlos todos cerrados. Desde que nos acercamos a la base del Pan nos percatamos de que el verde intenso de la vegetación ha ido cediendo a tonos más grisáceos. Hacía dos semanas que había entrado el primer frente frío de la estación invernal, y evidentemente tuvo su efecto en esta zona.
Visitamos los 5 robles reales adultos repartidos entre las dos elevaciones y, para nuestra sorpresa, los pocos frutos que hallamos estaban abiertos ya. Cuando intentamos cortarlos, las semillas que aún quedaban dentro se fueron volando y solo pudimos recuperar 10 hurgando en el suelo. Cuando a alguien le pasa algo así el desánimo puede vencerlo, pero es mejor hallar una explicación y aprender del error.
La disminución de la temperatura es una señal que las plantas pueden detectar. Al frente frío le sigue un período de estrés hídrico, la temperatura y la humedad relativa disminuyen. La planta entonces pierde agua, el fruto se seca y abre, el viento hace lo suyo. El momento idóneo para venir no debe pasar más allá de los 3 o 4 días posteriores a la entrada del primer frente frío.
No quiero pensar que fue un fracaso, porque aprendimos un poco más sobre esta especie y su interacción con el entorno. Además, pudimos chequear la buena salud de las plantas que hemos devuelto a estas lomas: 51 individuos de Leptocereus scopulophilus y más de 70 robles reales. Las 500 bolsas de tierra listas para ser sembradas pronto las llenaremos con otras especies amenazadas que lo necesiten, después de todo esta es la razón de existir de un empeño como Planta!
Sumando a mis dos compañeros de expedición, en los años que llevamos trabajando en estas lomas, han venido a trabajar con nosotros un centenar de personas. Tendrán algo que contar cuando se hable del Pan de Matanzas o del Palenque. Tal vez un día esos relatos llegue a un oído receptor que nos ayude a declarar estos valiosos sitios como reservas naturales. Porque, ¿quién sabe dónde está la mejor semilla?

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