En todo el trayecto hacia el Pan iba muy preocupado, pues lo que llevábamos esta vez no eran cactus. Con Leptocereus wrightii, por ejemplo, fue bastante fácil la siembra, además de que es una especie muy resistente. Pero los robles pierden mucho más rápido la humedad a través de las hojas. Por suerte, Duniel ha sido un buen padrino para ellos y ha sabido prepararlos para la vida en su hábitat natural.
La subida al Pan fue la más difícil de todas las que hemos emprendido para trabajar allí con esta u otras especies. Las pesadas cajas nos obligaban a parar cada veinte metros para un breve descanso. Al retomar la marcha, la pendiente se hacía más vertical cada vez. Con el farallón que marca la frontera entre el suelo fangoso y el diente de perro llegó la alegría a nosotros: en los alrededores plantaríamos los primeros juveniles de roble real y las cajas comenzarían a vaciarse.