
Andando por los caminos de la conservación activa
por Edgardo Díaz
Sobre los cenotes de la Ciénaga de Zapata, su primer viaje en barco y muchas experiencias de conservación de plantas, nos narra Edgardo en esta exploración por Cuba.
Maritza Deroncelé es una psicóloga devenida conservacionista. Hoy, desde su posición administrativa en la Reserva Natural «El Retiro» nos cuenta como el trabajo con Planta! en la conservación del aguacate cimarrón le cambió la vida.
Fecha: 17/11/2020
Proyecto: Conservación, evaluación y recuperación de Dendrocereus nudiflorus.
Confieso que nunca había visto ni oído hablar de Dendrocereus nudiflorus; hoy cambió su nombre y se denomina Leptocereus nudiflorus. Era 2007 y un grupo de biólogos que andaban por la localidad de Sigua (municipio Santiago de Cuba) me mostraron fotos de esa planta asombrosa y longeva. Solo sabían de ella pescadores y cazadores furtivos. Entonces yo era una joven psicóloga en tareas de promoción social, conocedora de la zona y madre de un niño de 12 años. Hoy puedo afirmar que ese cactus me cambió la vida.
Cinco años más tarde lo tuve frente a mí, ya como administradora de la Reserva Natural “El Retiro”. Me quedé estupefacta, el aguacate cimarrón parecía un árbol. Poco a poco fui localizando individuos con el apoyo de la comunidad, y en 2014 habíamos reportado 22. Noté que me era más fácil encontrarlos en el monte que a muchos especialistas, como si en vez de buscarlos yo, fueran ellos los que me siguieran a mí. Ese mismo año inicié la maestría en conservación de la biodiversidad y elegí la especie como tema de investigación.
En un taller de Planta! conocí a la mayoría de las personas que lo estaban propagando en el país, y decidimos formar un equipo. Ya hemos encontrado 115 individuos adultos. Pero desde mis primeros recorridos por el área me percaté de que no había plántulas, todo un misterio. Entonces empecé a sembrar semillas del aguacate cimarrón y la respuesta llegó sola.
Hice el vivero con embaces reciclados. Durante tres largos meses nada salió de la tierra. Y al amanecer del segundo domingo de mayo de 2017, día de las madres, me encontré con 21 aguacates cimarrones recién nacidos. Aquello me emocionó, pues fue el primer regalo que recibí.
Yo regaba cada dos días, pero a inicios de mayo hubo lluvias constantes y eso debió acelerar la germinación masiva. Era evidente que la especie necesitaba abundante agua para brotar y sobrevivir. Todo un problema en El Retiro, donde llueve muy poco. Duniel Barrios, colega del Jardín Botánico Nacional e integrante de Planta!, me comentó que en muchas cactáceas el éxito del establecimiento solo ocurre en años «húmedos», cuando las lluvias se prolongan por semanas incluso en el periodo más seco.
Para los primeros días de junio había más de 200 plántulas en el vivero. Pero entonces llegó otro problema: en las noches desaparecían. Aquello fue un dolor de cabeza. Me pasé varias noches velando y el responsable de la falta no se hacía ver, mientras que cuando no velaba había pérdidas de ¡hasta 10 plántulas!
Una mañana encontré heces de ratón junto a plántulas mordidas. Entonces usé el sentido común. Dejé caer trozos de veneno para ratones cerca de los germinadores, y problema resuelto. Ello me indujo a pensar que el mal venía de los roedores, y seguro son una de las causas de la escasez de plántulas en el medio natural.
Cuando algunas en el vivero ya alcanzaban de 20 a 25 cm, ocurrió algo peor: muchas se pusieron amarillas y les salió una mancha parda. En su interior se desarrollaba una larva que les producía la muerte. Yo trataba de eliminar las partes dañadas como si fuera un cirujano y logré que muchas se salvaran, pero aun así perdimos 54. Era muy duro ver morir a aquellas plántulas que habían nacido un día de las madres.
Sin embargo, estaba tratando los síntomas y no la causa. Vigilé los germinadores día y noche, recurrí a especialistas del Centro Oriental de Ecosistema y Biodiversidad, quienes me indicaron que embolsara las plántulas dañadas y esperara atenta. Fueron días intensos porque al mismo tiempo estaba terminando mi tesis de maestría. Con fecha ya para la defensa apareció por fin el «invasor»: un gorgojo de cactus (Gerstaeckeria hubbardi), especie que pocas veces se ha reportado en Cuba.
«Gracias al apoyo de Planta! y de la Sociedad Cubana de Botánica ya hemos sembrado más de 1 000 juveniles en el monte, y algunos han sobrepasado los 2 m. Esto se debe también al esfuerzo de personas solidarias: niños, amas de casas, obreros, campesinos y decisores locales.»
Muchos me dicen la mamá del aguacate cimarrón, pero pienso que Leptocereus nudiflorus tiene muchos padres y madres. Algunos aseguran que nunca veré las flores ni los frutos de los que hemos sembrado. Pero si nuestros nietos o tataranietos tienen ese privilegio, entonces ya habré cumplido ese objetivo que me tracé en la vida.
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